Un verano más en el cuerpo, y varios en la conciencia. Fiestas, tragos, conversaciones de madrugada, sincericidios varios y un montón de risas y llantos se arrojan al baúl de los recuerdos para enriquecer la vida, (pero, en algunos casos, hacer algo más pesada la carga). Es una época de cosechas, de recuerdos y de síntesis mientras nos reintegramos a la vida civil como cualquier otro estereotipo de humanoide. Es otoño… de nuevo…
La Luna Llena más cercana al Equinoccio de Otoño[1], es denominada Luna de la Cosecha. Las asociaciones con el cereal, el trigo, los granos, las frutas de la estación, la cerveza, el fuego y el día que cada vez más se hace más corto, son propios de la época. Pero independiente de todo el simbolismo apropiado para las celebraciones y ceremonias respectivas, la Luna de la Cosecha es el momento de mirar atrás, evaluar y darse cuenta de las cosas importantes que transcurrieron en el último período. Es la hora de parar un par de días el ajetreo mental de marzo y fijarse en los eventos, circunstancias y acontecimientos que nos marcaron el en Camino; de recordar a quienes estuvieron con nosotros dándonos su apoyo y cariño; y también recordar a aquellos que, por diversas razones, ya no nos acompañan. De mirar al cielo y darse cuenta que, de varias maneras y al mismo tiempo, ya no somos los mismos.
Así como ya comenzó la siega de los frutos de la tierra, nos percatamos que hay varias capas de piel menos, que este último año fue de cambios sorprendentes en la forma de pensar, en la forma de sentir, en al forma en como vemos el mundo. Es nuestra propia cosecha, esa que sólo nosotros conocemos su calidad, su peso, su contenido y su valor. Esa cosecha que, sin valor monetario, representa la riqueza de nuestro propio Reino.
Independiente de si creamos o no en la existencia o permanencia de alguna entidad superior, es momento, incluso, de dar gracias por esa experiencia. De agradecer las oportunidades que hemos tenido de crecer, de aprender e, incluso, de madurar.
Ya no somos los mismos… y quizás seamos mejores…
La Luna Llena más cercana al Equinoccio de Otoño[1], es denominada Luna de la Cosecha. Las asociaciones con el cereal, el trigo, los granos, las frutas de la estación, la cerveza, el fuego y el día que cada vez más se hace más corto, son propios de la época. Pero independiente de todo el simbolismo apropiado para las celebraciones y ceremonias respectivas, la Luna de la Cosecha es el momento de mirar atrás, evaluar y darse cuenta de las cosas importantes que transcurrieron en el último período. Es la hora de parar un par de días el ajetreo mental de marzo y fijarse en los eventos, circunstancias y acontecimientos que nos marcaron el en Camino; de recordar a quienes estuvieron con nosotros dándonos su apoyo y cariño; y también recordar a aquellos que, por diversas razones, ya no nos acompañan. De mirar al cielo y darse cuenta que, de varias maneras y al mismo tiempo, ya no somos los mismos.
Así como ya comenzó la siega de los frutos de la tierra, nos percatamos que hay varias capas de piel menos, que este último año fue de cambios sorprendentes en la forma de pensar, en la forma de sentir, en al forma en como vemos el mundo. Es nuestra propia cosecha, esa que sólo nosotros conocemos su calidad, su peso, su contenido y su valor. Esa cosecha que, sin valor monetario, representa la riqueza de nuestro propio Reino.
Independiente de si creamos o no en la existencia o permanencia de alguna entidad superior, es momento, incluso, de dar gracias por esa experiencia. De agradecer las oportunidades que hemos tenido de crecer, de aprender e, incluso, de madurar.
Ya no somos los mismos… y quizás seamos mejores…