Recuerdo que fueron días de mucho viento, cuando los árboles parecían hablarme, y aquellos susurros no dejaban de oírse por doquier. Las aves entonaba canciones que sólo el Viento entendía, y los ríos murmuraban entre sí los cuentos que los hombres olvidamos hace siglos.
Era de noche y Luna cabalgaba en el Cielo, mostrando su rostro en plenitud. Yo caminaba por caminos perdidos, cuando sentí aquel penetrante olor. Y la música comenzó a escucharse, llamándome desde distancias que no lograba ver. Me interné así en la negrura de la noche, siguiendo aquel misterioso sonido… Mi corazón latía al ritmo de esa melodía, y mis labios comenzaban a entonar cánticos en lenguas por mí desconocidas. Mis pies se aceleraron, y mi cuerpo intentaba seguir una danza que nunca había visto.
Finalmente vi la luz de aquel fuego. La música cesó. Aquel hombre me miraba por detrás de las llamas, la mitad de su cara quedaba oculta tras la capucha, pero su mirada era penetrante, como si viera más allá de mi propia existencia.
–Siéntate –dijo–. Que Luna brilla y los Vientos continúan susurrando… que la Voz de Pensamiento no perturbe la Voz de Memoria, y que en tu corazón no dejen de latir el pulso de tus anhelos…
Me acerqué al fuego y me senté, sin dejar de sentir esa mirada. El fuego era alto, claro, dorado y cálido como el sol, y las hierbas que en él se quemaban despedían ese aroma tan profundo, tan extraño, que tranquilizaba, pero te mantenían tan despierto y alerta que el caer de las hojas era algo cercano, audible, de piel.
Y entonces el fuego creció, y vi en él el Principio de Todo; y vi formarse el Cielo y la Tierra, y el Mar, y vi soplar los primeros Vientos. También vi a las estrellas tomar su sitio, y a Sol y Luna montar sus carros, y como los Dioses plantaron el Árbol… Y del Árbol vi sus Ramas y Raíces y los Mundos que albergaba… Y vi luego a un hombre que a él se colgaba, luego de herir su cuerpo con su lanza...
Entonces la música logró sacarme del ensimismamiento. Fue cuando comprendí de donde nacía aquella melodía. Aquel hombre, sentado frente a mí, tarareaba, y los sonidos del bosque todo, y del viento, y las hojas de los árboles y también las que caían, y el canto de las aves y las chispas del fuego, y todo cuanto produjera sonido seguía su ritmo, acompañándolo y endulzándolo. La mirada del hombre se perdía en la nada, pero como si viera Todo Lugar y Todo Tiempo. Y volvió a posarla en mí, y su voz sonó a través del viento:
Sé que pendí nueve noches enteras
Y sentí como el Viento se agitaba y movía las ramas de los árboles, y a los árboles mismos, y me sentí elevar por los aires, y como el viento entraba a través de mis poros. Sentí miedo, y mucha paz; y el frío y el calor recorrer mis venas, mientras oía a aquel hombre entonar nuevas canciones.
Entonces las vi: de un color rojo-oro, brillantes, cegadoras y potentes, las runas me rodearon y, al igual que el Viento, por mis poros entraron y me llenaron… y todo comenzó a desvanecerse y dar vueltas, y nunca supe que ocurrió luego…
Al despertar estaba solo. El viento entraba en mi cuarto a través de la ventana que olvidé cerrar. Mi corazón se calmó lentamente, pero no dejé de oír aquella dulce melodía hasta que volví a conciliar el sueño…
1 comentario:
Este trozo es muy bonito...
Y sentí como el Viento se agitaba y movía las ramas de los árboles, y a los árboles mismos, y me sentí elevar por los aires, y como el viento entraba a través de mis poros. Sentí miedo, y mucha paz; y el frío y el calor recorrer mis venas, mientras oía a aquel hombre entonar nuevas canciones.
Hola tu, que lindas cosas escribes
Publicar un comentario